Es la mejor opción si quieres llegar a la cima ‘fresco como una lechuga’, porque la postura te ayuda a ejercer mayor fuerza sobre los pedales y facilita la respiración. La razón de subir sentado es que el ciclista es capaz de generar mayor potencia en esta posición, aunque llegado a cierto punto de desnivel en la pendiente no le quedará otra opción que ayudarse con su peso corporal.
Mientras permanezcas sentado, recuerda no apoyar el peso de tu cuerpo sobre el manillar para no sobrecargar tu tren superior, por el contrario intenta relajarte y fluir con la subida. ¡Sabemos que es complicado! pero si te mentalizas, con práctica y esfuerzo lo conseguirás.
Como hemos comentado, si ves que la pendiente se te hace cuesta arriba (nunca mejor dicho) siempre tienes la opción de ponerte de pie. La parte positiva es que liberarás el peso de tu glúteo y las piernas. Además, aprovechas el peso corporal para ejercer fuerza en cada pedalada y podrás ayudarte con el balanceo del cuerpo. La parte negativa de estos movimientos más aeróbicos es que te cansarás antes porque en esta posición consumes más energía y acelerarás tu frecuencia cardiaca ¡Tú eliges!
En las cuestas es muy importante mantener una cadencia constante. Se prudente y ve aumentando el ritmo cuando creas que es el momento ¡no te adelantes! Con una velocidad alta solo conseguirás cansarte más rápido. Sabemos que es tentador porque comienzas cargado de energía y crees que podrás afrontar todo el puerto con la misma intensidad, pero a medida que asciendes la fatiga se va apoderando de tus músculos, pulmones y corazón, por eso es mejor ser cautelosos y afrontar la subida de manera progresiva. ¿Sabes cuál es el mejor tramo para sacar todo lo que llevas dentro? El final. Si ves que la meta se acerca y todavía te queda mucho que ofrecer ¡acelera hasta el final! Este es tu momento.
La pendiente se acerca y llega ese instante en el que tienes que hacer uso de tu experiencia como ciclista a la hora de utilizar la marcha adecuada. Esta elección depende de muchos factores como la longitud de la cuesta, la inclinación, tu estado físico… La combinación de todos ellos te indicará que marcha debes usar para afrontar la cuesta correctamente.
Una mala elección puede llevarte al fracaso porque notarás mayor fatiga y frustración. Afloja la resistencia, pedalea de forma constante y poco a poco. No intentes acelerar al principio, es mejor ser cauto y comenzar lentamente. A medida que vayas afrontando la pendiente, tantea la situación y decide si cambiar la marcha en función de lo que tu cuerpo te pida. Pero ¡recuerda! más vale ir despacio y llegar a la cima, que acelerar y quedarte a mitad de camino.
Lo mejor es aligerar el equipaje, pero no hablamos de lo que te acompaña en tu ruta, sino de los kilos que te sobran. Puede que en realidad estés estupendo y no te sobre ni un gramo, pero si tu objetivo es ser un buen escalador y que la pendiente se te haga menos cuesta arriba cuando montas en bici ¡todo cuenta!
El peso influye directamente en la velocidad de pedalada, por lo tanto, lo que puedas perder es energía ganada ¿por qué crees que los ciclistas profesionales están así de delgados? Además, cuando se habla de peso hay que sumar el de la bicicleta y este es poco probable que lo puedas reducir, así que la mejor fórmula para subir ligero como una pluma es cuidar la alimentación. Y ¡recuerda! Perder un kilo supone ganar unos cuantos segundos en la subida.
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